En 2008 llegué a kundalini yoga por casualidad, buscando clases de otra disciplina yóguica. Como nada es casualidad, hoy sé que simplemente estaba en mi camino. Lo probé y la primera clase me dejó sensaciones de vitalidad, bienestar y reencuentro, todas muy placenteras y de completitud, decidí quedarme.

Después de algunos escarceos con la montaña a lo largo de mi veintena, los cuales sembraron la semilla que más tarde germinó, llevo ya 15 años disfrutándola, con más o menos intensidad, pero siempre llenándome de la inmensidad de la naturaleza, tanto intentando abarcar a vista de pájaro un mar de cumbres a más de  3.000 metros de altitud, como paseando por el sendero de un bosque en la ladera de una montaña, o trepando por paredes y rocas cuando se dejan. Gracias a ella, a la montaña, descubrí la capacidad y el potencial de mi cuerpo y con ello las ganas de conocerlo en profundidad y aprender a cuidarlo. Entonces llegó el yoga, pues mi ascendente en Piscis ya sabía que el cuerpo contiene además de a la mente, al alma.

Después de períodos intermitentes de práctica, tanto hatha yoga como kundalini yoga,  acompañados de varios procesos de crecimiento personal, y gracias, gracias, gracias, a una crisis coyuntural, profesional y de vida, decidí formarme como maestra de Kundalini Yoga en la escuela Prem de Tres Cantos, a la que le estaré eternamente agradecida. 

EL ESPACIO

Abrí mi espacio kundalini en agosto de 2018, con el objetivo de compartir un lugar de calma, en el que experimentar nuestras tres facetas; sentir nuestro cuerpo, proyectar nuestra mente, y conectar con nuestro ser, a través de las asanas, relajación y meditación, con el uso del pranayama como instrumento conductor de nuestra energía, consciencia y emoción, y del sonido mántrico y su poder creativo.